Emilio Moreno, padre de familia de
nuestro colegio correrá el IRONMAN 70.3 que se disputará en Calella (Barcelona)
el próximo 17 de mayo con un fin solidario: conseguir becas de escolaridad para los niños de Nyumbani Village. Un curso
académico de uno de estos pequeños tan sólo cuesta 15 euros al mes. El objetivo
es llegar a los 5000 euros. Conoce toda su historia en su blog https://delfutbolalrunning.wordpress.com/
y síguele en https://www.facebook.com/vapornyumbani
DUATLÓN VILLA DE MADRID
La verdad es que llegué a esta prueba de rebote.
Vamos, que era el segundo plato. A esas horas debía de estar acabando los 10
kilómetros de carrera del Triatlón Olímpico que iba a correr en la siempre
atractiva ciudad de Benidorm. Pero problemas logísticos me lo impidieron y al
final decidí inscribirme este clásico duatlón sprint que se celebra cada año en
la Casa de Campo. Eran 5km de carrera, 23,6km ( 3 vueltas al clásico circuito
de la Casa de Campo con subida a Garabitas) de ciclismo y por último otros 2,5kms
corriendo. Al estar este año federado ya me toca correr con gente de
muchísimo nivel. Atletas, como diría Guardiola. Por ejemplo, para que os hagáis
una idea de lo que estamos hablando, el que ganó bajó de 15´ en los primeros
5000 metros. Es decir ¡correr por debajo de 03:00min/km! Vamos, una auténtica
barbaridad. Debido a todo lo que había en la línea de salida, me contagié de
esas velocidades y corrí más rápido de lo debía. Hice el primer sector en
19:21. A una media de 03:52min/km. Pero lejos, muy lejos de la cabeza de
carrera. Ese tiempo, que para mí correr por debajo de 04:00 ya es ir muy
rápido, tan sólo me llegó para colarme entre los 200 primeros de la
clasificación de los 500 que disputaron la prueba.
Posando con la camiseta de “Amigos de Nyumbani”.
Yo afrontaba este día como un entrenamiento de
calidad. El Duatlón no tiene nada que ver al Triatlón. Yo creo que es más duro
muscularmente hablando, ya que coges la bici con las piernas tocadas, mientras
que en el Triatlón, cuando sales del agua vienes más fresco y la bici no es tan
agresiva. Sobre todo en el circuito de la casa de campo. Nada más salir de la
primera transición te encuentras con una rampa bastante dura que cuesta
bastante asimilar, un poco de bajada y de nuevo a subir Garabitas. No tienes
tiempo de recuperar de la carrera y ya estás apretando de nuevo a la
musculatura, llevándola casi al límite.
La verdad es que me encontré muy bien en las dos
primeras vueltas de ciclismo. Es un circuito de 7,8kms exigente, de los cuales
casi 4 son subiendo. No con mucho desnivel, pero lo suficiente para dejarte
tocado. Hice el primer sector en poco más de 15:00 minutos saliendo una media
de 30km/h. Tuve la suerte de coger un buen grupo de subida y eso me facilitó
las cosas. Éramos 6, aunque al final nos quedamos sólo dos. Me encontré con
fuerzas y pude aguantar el tirón del que iba comandando el grupo. Lo pagaría
después en la carrera, pero quería competir en la bici al máximo. Mentalmente
necesitaba exigirme y probarme. Y me vi bien. Al igual que en la segunda
vuelta, donde prácticamente hice el mismo tiempo. Sólo 30″ más lento. Bajando a
29km/h la media.
La subida la empecé en solitario, pero en la primera
rampa apareció por detrás un corredor del Triatlón Clavería al que me puse a
rueda. Llevaba buen ritmo y pensé que en solitario me iba a costar mucho más,
por lo tanto decidí pegarme a él y aguantar el tirón. Adelantamos a varios
corredores. Entre ellos a dos del Triatlón Atlético de Madrid. Me gustó la
sensación.”Ahí te quedas Indio” pensé para mis adentros. Rápido la mente se me
fue al derbi de Champions, a Modric, a Bale y a la necesidad de ganar para
estar en semifinales. “No podemos fallar”. Tras ese impás mental futbolístico,
seguía apretando los dientes para seguir al Clavería. Coronamos Garabitas los
dos solos e iniciamos el descenso camino de la tercera vuelta con dos sustos
que casi acaba mal para los dos. Primero se despistó bebiendo agua y un bache
le hizo perder el control, casi me lleva por delante. Y después en la última
curva de la bajada se pasó de frenada, le derrapó la rueda de atrás y tuvo que
escaparse por el campo, demostrando un dominio de la bici espectacular. Como
Amstrong aquella tarde del TOUR cuando se fue por la hierba en el descenso.
Suerte que había campo y no una valla porque sino la cosa habría acabado muy
mal.
Tras pasar por el lago y encarar la primera subida del
circuito el gemelo me dijo basta. Se me subió y tuve que aflojar. Pensé que
sería transitorio, pero no. No me iba a dejar en paz durante lo que quedaba de carrera.
Intente seguir a la grupeta con la que venía llaneando pero no podía. A nada
que apretaba un poco ¡zas!, se me subía. Una pena, porque podría haber coronado
con ellos, de hecho no me sacaron mucha distancia, siempre los tenía a unos 50
metros, pero no iban las piernas. Sobre todo la izquierda. Lo mío es la larga
distancia, mi preparación está enfocada al medio Ironman de Calella y estos
ritmos tan fuertes me dejaron vacío ayer. No fue un problema de alimentación,
sino que mis piernas no daban más. Normal, no estoy acostumbrado a tanta
intensidad en un espacio tan corto de tiempo. Lo mío son las medias maratones,
las tiradas de 4 horas de bici o los entrenos de 20-25 kilómetros. Ahí es donde
me siento cómodo.
Llegué a la T2 pensando en recuperar algo de tiempo en
la carrera. Mi afán competitivo siempre me lleva a querer más y más. Pensé que
el gemelo no me molestaría corriendo. Gran error. Fue poner el pie en el suelo
al dejar la bici y me di cuenta que los últimos 2,5kms de carrera serían un
calvario. No podía ni andar. Daba dos pasos y se me subía. Conseguí ponerme las
zapatillas, estirar un poco y a ver de lo que era capaz. Las primeras
sensaciones fueron malísimas. Nunca me había encontrado así. He hecho
transiciones más duras, correr después de 3 horas de bici, pero nunca sentí lo
de ayer. De hecho se me pasó por la cabeza el abandonar, pero rápido pensé que
sólo eran 2,5kms y había que terminar aunque fuera con el gemelo en la mano.
Además, se me vino a la mente Calella. Hay que aprender a sufrir. Allí lo
haremos y ayer era un buen día para saber que este deporte no es un camino de
rosas. Que hay días donde hay que apretar los dientes y ser fuerte mentalmente.
Conseguí soltar un poco las piernas y rodar un poco más rápido. Pero me costaba
un mundo bajar de 04:30. Al final hice los últimos 2,5kms en 05:08. Muy lejos
de lo mejor que yo puedo dar, pero ayer me había vaciado muscularmente. Lo
mejor de todo fue correr junto a mis dos hijos mayores los últimos 100 metros.
Ahí estaban, Lucas, Jacobo, Pablo y mi padre animándome. Verlos era una
inyección de moral y una alegría inmensa. Sólo faltaban mis otros fans: Rocío,
mi madre y el pequeño de la casa, Bosco, que apenas tiene un mes.
No es por echarme flores, pero tengo mucho mérito. De
los cerca de 500 participantes que había ayer en la Casa de Campo me gustaría
saber cuántos tienen 4 hijos. Creo que los podría contar con los dedos de una
mano. Entrenar en estas circunstancias no es nada fácil. Mucho esfuerzo, mucho
sacrificio por parte de todos, tanto mío, como de mi mujer y de mis hijos.
Tampoco me olvido de mis padres, ellos siempre nos ayudan con los niños para
que yo me pueda ir 4 horas por ahí con la bici. No quiero ponerme sentimental,
pero son historias de un triatleta popular que desembocarán con el sueño de
correr en algo menos de un mes, el IRONMAN 70.3 de Barcelona. Así, como suena.
Qué nos quiten lo “bailao”.
¡Cuánto os quiero chavales!
Siempre apoyándome.